Día 07 – 31 de mayo. Por fin alcanzo a la Ligera

Tras una semana siguiendo su rastro, ¡por fin alcanzo a la Ligera!

Habiendo salido esta mañana de la ciudad, ya estoy llegando a la zona donde están concentradas las divisiones del centro y del ala derecha del ejercito aliado. En el camino he encontrado a un oficial que me ha dicho que «el Cuerpo de Sir Rowland Hill y la División Ligera estaban acampados aquí. Que es un buen país para la caza, abierto, en general, pero con bosquecillos pintorescos y bosques jóvenes aquí y allá, que proporcionan amplio refugio y alimento.”. En realidad se trata de dehesas a las que los ingleses no están muy habituados. Me sorprende que en plena guerra las vean con mirada cinegética, que sigue siendo una de sus aficiones principales. Muchos oficiales se han traído de las islas sus rifles de caza, poco aptos para la guerra, e incluso perros y aprovechan la menor ocasión para cazar, ya sea liebres o malvices.

Afortunadamente la mandaron parar y han estado cinco días acampados en los amplios espacios entre La Urbada y Aldeanueva de Figueroa, a unos 20 km al norte de Salamanca. De no ser por este alto, ordenado por Wellington para que el ala izquierda del ejército, que remonta el Duero por el norte pero aún no había atravesado el río Esla, pueda ponerse a la par, creo que nunca les habría alcanzado.

Pero esta circunstancia me ha impedido conocer a Wellington. Ayer, cuando llegué a Salamanca, pregunté por su Cartel General, dispuesto a presentarme. No quedaba ni rastro. Había llegado el 26, a la par que las divisiones de vanguardia y pocas horas después de que los franceses la abandonaran. Recibidos como libertadores, la ciudad, que había cambiado varias veces de manos a lo largo de la guerra, esperaba que esta vez la salida del ejército napoleónico fuera definitiva.

Entrada de Wellington a Salamanca en 1813. William, Heat

Al día siguiente se cantó Te Deum en la catedral. Wellington iba con levita gris, corbata blanca, espada vieja y el sombrero de picos, habitual de los altos oficiales. Castaños y otros generales españoles asistieron en traje de gala.

 

Cuando están en marcha, los batallones vivaquean, cambiando de sitio noche tras noche. No tienen tiempo de acampar como es debido. Hay muchas tareas que hacer, establecer guardias, levantar las tiendas, recoger leña, preparar la comida… El equipaje que les acompaña no siempre llega a tiempo, o lo hace muy tarde. Todo es algo provisional. Pero, en cuanto la parada se prolonga, el carácter del campamento empieza a cambiar. Hay más tiempo libre para hacer más cómodo el campamento, para cocinar, repasar los avíos, charlar e incluso cantar.

He llegado al atardecer, en un momento de cierto relax.

Campamento. The 95th Rifles Battle Re-enactment & Living History Society

Así que voy a aprovechar este momento de tranquilidad para contar

Voy a presentaros cómo está organizado el ejército británico, o mejor dicho el anglo-luso, ya que los portugueses constituyen en torno a un tercio del efectivo total.

El grueso está constituido por la infantería, a la que complementan dos docenas de escuadrones de caballería, que por sus características de movilidad y necesidades logísticas, tienen una gran autonomía, aunque suelen adscribirles a las diferentes divisiones. Y la artillería, los ingenieros….

La infantería está organizada en por 8 divisiones, que denominan con el número del 1 al 7. La octava es, como habréis podido imaginar la División Ligera, que tiene algo de especial hasta en el nombre.

Las divisiones están formadas por cierto número de batallones de infantería, en número que varía entre 10 y 16. Un batallón completo tiene ceca de 800 hombres, pero casi nunca lo están, así que una división suele tener de media unos 8.000 soldados.

La Ligera es de las más pequeñas, con poco más de 5.000 soldados, de ellos unos 1800 portugueses. Del resto la mayor parte pertenece a un solo regimiento el 95º, que es el que pretendo seguir.

Este regimiento tiene bastantes características diferenciales. Para empezar un regimiento clásico de infantería solía tener dos batallones. Uno que estaba desplegado en el exterior, ya fuera aquí en la península o en Canadá, la India … El batallón parejo estaba acuartelado en el Reino Unido y servía de apoyo, reclutando y entrenando a los soldados que irían de refuerzo al otro. El 95 tenía tres batallones y los tres estaban juntos en la Península, dentro de la misma división.

El mismo número el 95 indica que era de creación muy reciente, pues los números solían asignarse por orden de llegada.

En 1800 se había creado un Cuerpo Experimental de Rifleros, con el fin de incluir los Rifles, un arma relativamente novedosa, haciendo una selección entre los mejores tiradores de otros regimientos. Tres años más tarde se constituyó oficialmente como regimiento, así que en el momento de esta historia no tenía más que diez añitos. Las largas y pesadas tradiciones de otros regimientos ingleses no estaban presentes.

Había muchas novedades en estos tres batallones, pero mejor que nos lo vayan contando los protagonistas o lo que vean mis ojos.

Al acercarme una cosa me llama la atención.

Los colores del ejército aliado. The 95th Rifles Battle Re-enactment & Living History Society

El color distintivo del ejército inglés es el rojo. Bueno, ahora podría decirse que es el Pantone 190CP pero el rojo de entonces estaba menos normalizado. La industria de los tintes textiles es larga, pero en general su producción era costosa. El rojo brillante de miles de uniformes era una manera de mostrar poder económico, además de esplendor.

Había dos manera de producir el color de las “casacas rojas”. El más barato, y empleado para los uniformes de los soldados era con el pigmento llamado “rojo de alizarina” o “rojo turco” extraído de las raíces de una planta bastante extendida. Pocos soldados de los que habían invernado en el entorno de Fuenteguinaldo cerca de Portugal se habrían imaginado que uno de los pueblos más cercanos se llamaba Villasrubias por la abundante presencia de esa planta, la rubia o granza, Rubia tinctorum para los amigos botánicos. Para los uniformes de los oficiales se usaba otro pigmento mucho mas caro-el de la rubia tampoco era barato-, el que se extrae de la cochinilla, ya sea de la mediterránea que se alimenta de coscojas o de la americana.

Pero los del 95º habían decidido que su color no podía ser llamativo. No iban a combatir en grandes grupos, sino escaramuzando, aprovechando el paisaje para ocultarse, aproximarse y alejarse del enemigo. Optaron por un verde discreto y bastante tristón.

No he conseguido saber qué pigmento utilizaban para teñir los uniformes de verde oscuro. Por entonces estaba de moda el Scheele’s green, inventado en 1775 y que tuvo mucha expansión. Estaba basado en cobre y arsénico. Era bastante tóxico, algo que entonces no se sabía y acabaría usándose como insecticida. Dicen que Napoleón pudo llegar a morir por intoxicación con este pigmento de los papees pintados de su casa en Santa Elena. Sería un colorido paralelismo con el color de los uniformes que tanto daño hicieron a su ejército. Pero tampoco sería muy saludable para los soldados del 95º.

Pero no todos eran verdes. Estaban los azules del regimiento portugués y los marrones de los caçadores de ese país. Además los otros batallones británicos usaban el habitual escarlata.

El oficial que me ha acompañado me ha explicado que la División Ligera está compuesta por batallones del 95º (los verdes), el 43º y 52º (ambos rojos), todos ellos ingleses y por un regimiento portugués, el 17º, además de dos grupos de «caçadores». Me dice que cada uno tiene su personalidad bastante acusada y que, por eso, normalmente el ejército no suele hacer intercambio de soldados. Me cuenta que

«El 43 forma un alegre grupo. Son como los dandis del ejército; los grandes animadores de representaciones teatrales, cenas y bailes, que suelen celebrarse en su campamento. Los del 52 son hombres muy caballerosos y de aspecto firme; se mezclan poco con otros cuerpos, pero les gusta asistir a las funciones del 43 con buen humor circunspecto. Y si alguna vez se relajan y se contagian de la alegría de aquellos, no tardan en volver a ser los del 52 de siempre.

Los del 95, los rifleros, son escaramuzadores en todos los sentidos de la palabra; una especie de deportistas salvajes y a la altura de toda descripción de la diversión y el buen humor. Nada les salía mal: hasta los mismos árboles parecen responder a su jolgorio y fragmentos de sus rimas sarcásticas corrían por todos los campamentos y vivaques.»

Quería preguntar más detalles por estos del 95º, pero una mirada que el oficial echó hacia su tienda me convenció que seria esa conversación podía esperar a mañana.

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