Día 45: De Polientes a Villamoñico. Behetrías.
Tenía previsto desde el principio dedicar una de estas entradas a un tema que lleva años interesándome, el de las behetrías. El otro día, al llegar a Tudanca, uno de los pueblos ribereños del Ebro más perdidos y aislados, me encontré con el habitual cartel informativo…
«Este logar de Tudança» -¿la ç o z se volvió oclusiva por evolución natural o cambió por una mala lectura de algún escribano?- «es behetría«.
¿Y qué es una behetría?, os preguntaréis muchos. Suena a antiguo y lo es. Es una figura jurídica sepultada por los siglos pero que yo encuentro de cierto futuro.
La explicación del cartel es un tanto confusa: «un sistema señorial en el que los vecinos elegían a su señor«. La confusión proviene de hecho de que en nuestra sociedad democrática el verbo elegir se utiliza sobre todo en una de sus acepciones recogidas por la Academia: «Nombrar a alguien por elección para un cargo o dgnidad«.
En realidad para entender a las behetrías hay que ir a la otra acepción, que curiosamente el diccionario recoge como la primera: «Escoger o preferir a alguien o algo para un fin«.
En las behetrías no había elecciones. El proceso es más parecido al que suele darse en algunos sistemas sanitarios donde se puede «elegir médico». Los habitantes tenían la necesidad de recurrir a un especialista. Lo seleccionaban de una lista más o menos larga de personas que eran capaces de proporcionar ese servicio.
La necesidad era de protección y, creo, de impartición de justicia en los niveles más básicos (para los asuntos graves intervenía directamente la justicia real).No todo el mundo estaba preparado para hacerlo. Claro que no había facultades donde estudiar; era un oficio que se heredaba porque era en el seno de las familias y grupos sociales donde se aprendía. En el sistema señorial era además un sistema cerrado. Muy pocos podían aspirar de manera muy excepcional a romper la compartimentación. El labriego, labriego quedaba para toda la vida; y los hidalgos y nobles, solo dejaban de serlo por alguna decisión extrema del rey.
En las behetrías, había lo que podría decirse libertad de elección de señor, dentro de una «lista» de potenciales señores. Había varios tipos de behetrías. En algunos casos, esa elección estaba limitada a una familia noble. Podría elegirse entre los hermanos, primos… En otros casos la elección era más amplia y había dos o más familias o linajes entre los que elegir un señor.
Pero lo ejor eran las «behetrías de mar a mar». Los habitantes podían elegir a quien quisieran, cercano o lejano, independientemente del linaje, siempre que tuviera el «título habilitante» para ser señor.
Podéis imaginar las inmensas consecuencias de esa libertad. Incluso entre hermanos de una misma familia, se podía optar al más favorable a los intereses de los lugares de behetría. Como se podía cambiar de señor, el elegido estaba interesado en no crear problemas ni abusar de su posición. Si no había un linaje con el monopolio, la libertad, y capacidad de negociación de los habitantes, se incrementaba. Claro que tampoco les interesaba elegir a alguien muy lejano ni desconocido, porque malamente podría protegerles.
Ahora viene lo mejor de todo. Seguramente habéis imaginado que los de un pueblo, generalmente bastante pequeño, se juntaban y discutian para ver por que señor optaban para proponerselo. Así sucedía en muchos casos. Pero en ocasiones el sistema escondía una libertad aún mayor, que es lo que lo acerca a algunos ideales libertarios.
La relación entre habitantes y señor escogido no siempre implicaba a todo el pueblo. A menudo era un privilegio de las casas o familias. En un pueblo podía haber algunas casas que eran de abadengo (el señor era un religioso, a menudo el abad de un monasterio próximo), otras de señorío real, otras de solariego ( la relación con el noble titular del solar era obligada e irrompible) y otros de behetría. Había pueblos donde unos escogían a un señor y otros a otro.
Incluso había monasterios que eran lugares de behetría, en donde el abad escogía al señor que iba a tener jurisdicción sobre ese lugar.
La mayoría de behetrías se encuentran en el norte de Castilla y en las «Asturias de Santillana», que ahora forma buen parte de la región de Cantabria. Estoy, pues, en «tierra de behetrías», aunque estas solo constituían una parte de las poblaciones de estas comarcas. Pero no eran un fenómeno raro. En el siglo XIV hay trazas de más de seiscientas.
¿Cómo pudo surgir este sistema y por qué desapareció?
La primera aparición de este nombre es del siglo XI pero todo parece indicar que surgió antes. Es fácil entender que es un sistema que no era muy apreciado por los señores, ya que les obligaba a entrar en competencia, pues era la otra parte contractual quien de hecho elegía. Con el tiempo forzaron para que se convirtieran en señoríos solariegos, lo que les fue fácil en quellas behetrías constreñidas a elegir en un solo linaje, y mucho más difícil en las de «mar a mar». En el sglo XVI todavía hay trazas de estas.
Solamente en un momento de debilidad de los señores tradicionales pudieron aparecer. Evidentemente la invasión musulana, largos periodos de vida de frontera, hizo que los habotantes de esos lugares tuvieran incluso una posibilidad de elección más amplia. Podían buscar la protección y la justicia en los jefes moros establecidos en las proximidades o que efectuaban razzias de vez en cuando. Tenían un modelo de cierto atractivo, con bastante respeto por otras religiones y un sistema fiscal adaptado. Una moneda más fuerte reforzaba el posible interés.
En esas circunstancias los señores, incluyendo los condes y el rey, tuvieron que aceptar una mayor libertad de los habitantes de muchos pueblos. Cuando ese riesgo desapareció, la institución de la behetría ya estaba bien establecida y siguió vigente varios siglos.
Una ventaja de estos lugares es que en ellos los hidalgos no podían establecerse a vivir o poseer tierras. Los»hijos d’algo» en general no pagaban impuestos. En las behetrías la única manera de que pudieran quedarse era pagándolos.
Un ejemplo práctico documentado de como los vecinos de una behetría elegían y «deselegían» a un señor a quien encomendaban esa función de protección y justicia lo tenemos en esta web, que se refiere a Zarzosa del Río Pisuerga (un pueblo de Burgos a unos 30 km al SO de donde ahora escribo esta entrada) en el siglo XVI :
«Ahora decimos y suplicamos a Vª Señoría tenga por bien de nos haber por apartados de esta encomienda, que nosotros nos apartamos de ella e nos despedimos e tornamos en nuestra voluntad y libertad, para que cuando sea nuestra voluntad de tornar a recibir por Señor encomendero a Vª Ilma. Señoría o a quien fuere la voluntad del dicho concejo, que lo podemos hacer como lo habemos hecho otras veces en los años pasados, por ser, como es, este lugar behetría y realengo» (desencomienda de 1546, resaltado por el autor de la web).
He dicho que esta figura ha atraído el interés de algunas gentes de ideales libertarios o simplementes amantes de la libertad individual. Quizás no tanto como el esperado por las sagas islandesas de más o menos esa misma época), pero con la ventaja de ser de aquí mismo y de encontrarse sus rastros en documentos y archivos fácilmente accesibles.
Este tema no ha inspirado aun mucha literatura. El siguiente poema es de lo poquísimo que he encontrado y por eso, aunque no trate del Ebro os lo ofrezco como..
LA LECTURA DEL DIA
Behetría de mar a mar, poema (1999) de Nicolás Rodríguez Martín (1937-). Aquí encontrarás más información sobre el autor y la obra. Tomada de la web «Prometeo en la red»
«BEHETRÍA DE MAR A MAR
Porque ensayo mi muerte con el sueño,
porque a nacer me asomo con el alba
y me acojo a ser hombre sin más medios
que las cuatro palabras de mis versos
y mi gesto de estar al otro lado.
Porque no tengo más norte y camino
que mis pasos al sur de la esperanza
y el oculto rumor de mis deseos,
la aventura de ser me atemoriza
y el instante más vano de mis días,
que acepto en la rutina del olvido,
me pesa levemente hasta aplastarme.
Ni la vida ni el sueño me hacen libre,
ni que ensaye mi muerte cada noche
ni oculte mis vergüenzas de ser hombre.
Nazco a un mundo de yugos y cadenas,
y he tomado señor como si nada.
Estaba junto a mí, no era distinto,
he tomado señor como si nada.
Sin asombro de verme dominado
ni más gesto que el gesto de mirarme
como al otro que soy tras del espejo,
como al otro que soy antes del tiempo.
Me aguarda mi señor dentro de mí,
me tiene entre sus manos, va brezando
mi rebelde soñar hasta enervarlo.
No ensayo más la muerte, no amanezco.
Me atengo a la locura de servir:
Behetría de mar a mar, dueño elegido.
Señor de mi envoltura sin medida.
Señor de mi osamenta bien contada.
Señor de mis palabras y mi tiempo.
Señor de mis olvidos y mis pasos.
Señor de mis deseos y mi renuncia.
Señor de mis latidos y mis sombras.
Behetría de mar a mar, dueño aceptado.
Señor dentro de mí.»
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