Día 14*: De Chiprana a Escatrón. La energía del Ebro.
Estamos en la época de los grandes embalses. En los casi mil kilómetros de río principal, no hay más que tres dignos de ese nombre (el del Ebro en la cabecera y los de Mequinenza y Flix). Pero el afán de retardar el curso del río, reteniendo por un instante su energía fluyente para concentrarla y poder mover ruedas que hicieran girar piedras de molino, elevar los cangilones de las norias, levantar martillos e hinchar fuelles en las ferrerías y movilizar otros ingeniosos mecanismos que hacían la vida más fácil, es mucho, mucho más antiguo.
Antes de que apareciera la electricidad esta era la única forma de aprovechar la inmensa energía que transportaba el río. Esta se manifestaba con toda su pujanza en la erosíón, el trasporte de miles de toneladas de barro y piedras o en los destrozos que provocaban las inundaciones. Al lado de eso el aprovechamiento humano era una minucia.
En el curso principal hacia 1880 había unas setenta presas y azudes. Como en los últimos 150 km el caudal era muy potente y el cauce muy amplio, la inmensa mayoría se encontraban aguas arriba de Mequinenza. Más o menos una cada diez o doce kilómetros.
Pero el número de molinos en toda la cuenca era mucho mayor. Cada afluente contaba con una gran cantidad de ellos, incluso en los ríos más pequeños. Afortunadamente contamos con un inventario bastante completo de 1862 que nos da idea del volumen de este aprovechamiento energético:
En toda la cuenca hay 3.380 molinos harineros movidos por las aguas. También los hay de aceite (trujales) e incluso de chocolate. Hay 430 batanes, instalaciones de cardado de lana y fábricas de paños. No faltan las sierras mecánicas (78), fábricas de papel -fabricados con trapos- (96), y las de hierro y cobre, con sus martinetes (50).
En total hay más de 6.000 artefactos movidos por las aguas. La mayoría son «rodeznos», ruedas horizontales, el sistema más simple para aprovechar la energía hidráulica. Una cuarta parte son mecanismos con ruedas verticale sy un pequeño número disponen de turbinas, es decir ruedas con paletas curvas, que son más eficaces.
A ello hay que añadir casi un centenar de norias para elevar las aguas.
El autor del informe, que recorrió miles de kilómetros recogiendo información, hizo una estimación de la potencia instalada en todas esas instalaciones: unos 16.000 C.V. Era un ingeniero al que suponemos capacitado para hacer esos cálculos, aunque a mí me parecen un tanto bajos.
En los cien años siguientes practicamente todas esas instalaciones fueron abandonadas. En su lugar aparecieron los motores eléctricos y de combustión. Para proporcionar energía a los primeros se empezaron a construir saltos y presas cada vez mayores, con sofisticadas turbinas industriales.
Actualmente hay construidas unas 450 centrales en toda la cuenca del Ebro, cincuenta de ellas en el cauce principal. La potencia instalada es de 5,5 millones de C.V. (algo mas de 4.000 MW), es decir 350 veces más que en en el siglo XIX. El aumento del aprovechamiento energético es aún mayor, quizás mil veces la de entonces, pues el aprovechamiento es más regular que en los antiguos molinos.
Como es lógico, el peso del cauce principal se ha incrementado, pues es el que más agua lleva. Supone el 18% de la potencia instalada y el 23% de la producción eléctrica. Las nuevas técnicas y materiales han permitido superar el miedo a construir en los ríos anchos y caudalosos. Actualmente hay una treintena de embalses grandes con producción eléctrica, además de un gran número de minicentrales. Sus gauas ocupan una superficie total d eunas 40.000 hectáreas.
No acaba ahí el papel energético del río. Las nuevas fuentes energéticas (carbón, gas y nuclear) necesitan grandes cantidades de agua para refrigeración.
En 1953 se pone en marcha la central térmica de Escatrón. El carbón viene de las minas turolenses de Andorra por una vía férrea construida de 50 km para este fin. La escasez de agua en la proximidad de los yacimientos carboníferos obliga a esa costosa solución. Esta central funcionó hasta 2011, con una potencia de 172 MW.
En 1971 la central nuclear de Santa María de Garoña (Burgos),a orillas del Ebro, empieza a proporcionar electricidad a las redes. Funcionó hasta el 2012, con una potencia instalada de 466 MWe, es decir nueve veces menos que la de todas las presas. Su funcionamiento era más regular y continuo que el de estas, por lo que anualmente proporcionaba una cantidad de energía que era casi la mitad de las hidroeléctricas del valle.
En 1984 comienza a funcionar una segunda central nuclear, en Ascó (Tarragona), con dos reactores. Entre ambos tienen una potencia de más de 2.000 MWe. La producción anual de cada una de ellas es aproximadamente igual a la de todos los pantanos de la cuenca ebreña.
En lugar de la central de carbón de Escatrón se construyó una central de ciclo combinado que usa gas natural como combustible. No es la única. Entre 2001 y 2006 se pusieron en marcha otras en Arrúbal (La Rioja), dos en Castejón (Navarra), todas ellas muy próximas al Ebro, con el que se refrigeran. Otra más en Castelnou, toma las aguas de un afluente, pero se halla a solo seis kilómetros del río principal. Entre todas hay una potencia instalada de unos 3.600 MW. Un año normal proporcionan menos energía que las nucleares, porque están buena parte del tiempo paradas o a bajo rendimiento, ya que sirven de respaldo a la producción de las energías «alternativas», con las que no se puede contar cuando falta el viento o se hace de noche.
Las nuevas fuentes energéticas, la eólica y la solar, se han independizado completamente del río.
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