Día 18: De Fuentes a Zaragoza. Los ríos profetas.
¿Habéis oído hablar de las “profecías” del Ebro? Durante un tiempo estuvieron un tanto de moda. Al menos he encontrado cuatro de esas “profecías” ebreñas. Pero no son del todo originales; aparecieron tras el rastro de otras profecías fluviales. Veamos cómo llegó nuestras orillas este afán predictor.
No ha sido raro tomar a los ríos como oráculos. Al fin y al cabo vienen de territorios y tiempos lejanos y no dejan de hablar, a veces murmurando, a veces gritando ensordecedoramente.
Por lo que he podido investigar parece que todo comenzó, como tantas otras cosas de nuestras tierras, en la época clásica del mundo grecorromano. Lo podemos ver en nuestra
PRIMERA LECTURA DEL DÍA: LA PROFECÍA DEL TÍBER
La Eneida, canto VIII (29-19 a.C.), de Publio Virgilio Marón (70 a.C.-19 a.C.)
“Era la noche, y un profundo sueño embargaba a los fatigados vivientes de la tierra y de los aires, cuando el gran caudillo Eneas, turbado el pecho con los tristes pensamientos de la guerra, se tendió en la ribera bajo la bóveda del frío éter, y dio a sus miembros un tardío descanso. Entonces el mismo dios de aquellos sitios, el Tíber, se le apareció, en figura de un anciano, entre los frondosos álamos de la ribera, y levantándose del fondo de sus serenas aguas, cubierto con un ligero cendal de verdoso color y ceñido el cabello de hojosas espadañas, le habló así, sosegando su espíritu con estas palabras: «¡Oh hijo del linaje de los dioses, que nos restituyes la ciudad troyana salvada de manos de sus enemigos, y conservas el eterno Pérgamo! ¡Oh tú, esperado en el suelo de Laurento y en los campos latinos! Aquí tienes segura morada y seguros penates; no desistas ni te dé gran cuidado de esta guerra; ya para ti han acabado los grandes afanes, ya han calmado las iras de los dioses… No creas que esto es ilusión del sueño; ya vas a encontrarte, tendida bajo las encinas de la ribera, una corpulenta cerda blanca dando de mamar a treinta lechoncillos blancos como ella; éste es el sitio en que has de edificar tu ciudad, éste el descanso de tus trabajos”.
Con tan prestigioso antecedente, era cuestión de tiempo que los literatos españolas encontraran la ocasión de hacer augurar a los ríos hispanos.
SEGUNDA LECTURA DEL DÍA: LA PROFECÍA DEL TAJO
Oda VII, de Fray Luis de León (1527-1591)
Comienza esta oda con las siguientes palabras:
“Folgaba el Rey Rodrigo
con la hermosa Cava en la ribera
del Tajo, sin testigo;
el río sacó fuera
el pecho, y le habló desta manera:«
El río avisa al último rey godo de la llegada de los musulmanes que iban a invadir la península. Más adelante la reproduzco enterita.
Pero todavía no hemos llegado al Ebro. Antes le toca el turno al Duero:
TERCERA LECTURA DEL DÍA: LA PROFECÍA DEL DUERO
La Numancia (1585), de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616)
Se trata de una tragedia sobre tema histórico, es decir un marco incomparable para las profecías de todo tipo, incluso para las fluviales¨. Esta es una de las primeras partes:
Sale a escena ESPAÑA, coronada con unas torres, y trae un castillo en la mano. Tras soltar unas parrafadas, «sale el río DUERO con otros tres ríos, que serán tres muchachos, vestidos como que son tres riachuelos» y dice:
“Madre querida, España: rato había que oí en mis oídos tus querellas,y si en salir acá me detenía fue por no poder dar remedio a ellas. El fatal, miserable y triste día,según el disponer de las estrellas,se llega de Numancia, y cierto temo que no hay remedio a su dolor extremo.
Con Obrón y Minuesa y también Tera, cuyas aguas las mías acrecientan, he llenado mi seno en tal manera que usadas márgenes revientan; mas, sin temor de mi veloz carrera, cual si fuera un arroyo, veo que intentan de hacer lo que tú, España, nunca veas; sobre mis aguas, torres y trincheras.
Mas ya que el revolver del duro hado tenga el último fin estatuido de ese tu pueblo numantino armado, pues a términos tales ha venido,un consuelo que queda en este estado: que no podrán las sombras del olvido oscurecer el sol de sus hazañas en toda edad tenidas por extrañas. Y puesto que el feroz romano tiende el paso ahora para tan fértil suelo, que te oprime aquí y allí te ofende con arrogante y ambicioso celo, tiempo vendrá, según que ansí lo entiende el saber que a Proteo ha dado el cielo, que estos romanos sean oprimidos por los que agora tienen abatidos.
De remotas naciones venir veo gentes que habitarán tu dulce seno después que, como quiere tu deseo, habrán a los romanos puesto freno; godos serán, que, con vistoso arreo dejarán de su fama el mundo lleno;vendrán a recogerse en tus entrañas,dando de nuevo vida a sus hazañas. Estas injurias vengará la mano del fiero Atila en tiempos venideros, poniendo al pueblo tan feroz romano sujeto a obedecer todos sus fueros, y portillo abriendo en Vaticano sus bravos hijos y otros extranjeros, harán que para huir vuelva la planta el gran piloto de la nave santa; y también vendrá tiempo en que se mire estar blandiendo el español cuchillo sobre el cuello romano, y que respire sólo por la bondad de su caudillo.
El grande Albano hará que se retire el español ejército, sencillo, no de valor, sino de poca gente, pues que con ella hará que se le aumente; y cuando fuere ya más conocido el propio Hacedor de tierra y cielo, aquél que ha de quedar instituido por visorrey de Dios en todo el suelo, a tus reyes dará tal apellido que él vea que más cuadre y dé consuelo. Católicos serán llamados todos, sujección e insignia de los godos; pero el que más levantará la mano en honra tuya y general contento, haciendo que el valor del nombre hispano tenga entre todos el mejor asiento, un rey será de cuyo intento sano grandes cosas me muestra el pensamiento;s erá llamado, siendo suyo el mundo, el segundo Felipe sin segundo.
Debajo de este imperio tan dichoso, serán a una corona reducidos, por bien universal y a tu reposo, tus reinos, hasta entonces divididos. El jirón lusitano, tan famoso, que un tiempo se cortó de los vestidos de la ilustre Castilla, ha de asirse de nuevo, y a su antiguo ser venirse. ¡Qué envidia, qué temor, España amada, te tendrán mil naciones extranjeras, en quien tú reñirás tu aguda espada y tenderás triunfando tus banderas. Sírvate esto de alivio en la pesada ocasión, por quien lloras tan de veras, pues no puede faltar lo que ordenado ya tiene de Numancia el duro hado .
Le contesta España:
Tus razones alivio han dado en parte, famoso Duero, a las pasiones mías, sólo porque imagino que no hay parte de engaño alguno en estas profecías
y el Duero:
Bien puede de hecho, España, asegurarte,puesto que tarden tan dichosos días. Y, adiós, porque me esperan ya mis ninfas.
Y España:
¡El cielo aumente tus sabrosas linfas!».
Como puede observarse, ¡el Tajo fue capaz de adivinar en el siglo XVI los hechos que habían sucedido en los siete siglos anteriores!
La hora del Ebro profeta no llega hasta el XIX. Cuando lo hace no será tan trascendental ni tan grandilocuente. Bueno, esto último no se pierde de todo, pero los motivos no son ni las alertas ni el optimismo en el futuro del país.
La primera “profecía” del Ebro data de 1829. Se trata de una Oda dedicada “al matrimonio del Rey nuestro señor D. Fernando VII con la augusta princesa de Napolés Doña María Cristina de Borbón”. Era la cuarta boda del que fue conocido como “el rey Felón”. No he conseguido encontrar esta Oda, firmada por «M.R.». Creo que no nos perdemos mucho.
La segunda profecía es de 1872. Eran ya otros tiempos. No es ni heroica ni ridículamente cortesana. Es puro humor.
CUARTA LECTURA DEL DÍA: LA SEGUNDA PROFECÍA DEL EBRO
No tiene autor conocido. Se trata de una ridiculización de la Oda de Fray Luis de León , siguiendo el mismo orden de 16 silvas. Sustituye al rey Rodrigo por un amigo, el Tajo por el Ebro y a la catástrofe de la pérdida de su reino, por un chaparrón veraniego.
Fué publicada en Barcelona en una revista que se llamaba “La Carcajada”, y no es broma:
Pongo las dos, una junto a la otra, a la izquierda la del Ebro, a la derecha la de Fray Luis de León, para que veáis el contraste:
Folgaba cierto amigo | Folgaba el Rey Rodrigo |
con una suripanta* en la ribera | con la hermosa Cava en la ribera; |
del Ebro sin testigo; | del Tajo, sin testigo; |
la lengua sacó fuera | el río sacó fuera |
el rio, y charló de esta manera: | el pecho, y le habló desta manera: |
*suripanta: corista de teatro | |
En mal punto te goces | «En mal punto te goces, |
maldito dormilón, que ya el sonido | injusto forzados; que ya el sonido |
oyó ya, y las voces, | oyó, ya y las voces, |
los truenos y el ronquido | las armas y el bramido |
del gordo chaparrón que te ha cogido. | de Marte, de furor y ardor ceñido. |
Ay! esa tu alegría | Ay! esa tu alegría |
que sustos acarrea y esa hermosa | qué llantos acarrea, y esa hermosa |
que te siguió en mal día | que vio el sol en mal día, |
desde Madrid gustosa | a España ¡ay cuán llorosa!, |
quien la vé y la verá tras de esa cosa! | y al cetro de los godos ¡cuán costosa! |
Catarros, toses perras, | Llamas, dolores, guerras, |
tisis, pulmonías, fieros males | muertes, asolamientos, fieros males |
entre tus brazos cierras, | entre tus brazos cierras, |
percances radicales | trabajos inmortales |
a tí y a tus conquistas naturales. | a ti y a tus vasallos naturales; |
A las que muselina | a los que en Constantina |
cubre su débil cuerpo, a las que baña | rompen el fértil suelo, a los que baña |
almizcle, a tu vecina | el Ebro, a la vecina |
de Nápoles no extraña, | Sansueña, a Lusitaña: |
a todas las de Italia y las de España. | a toda la espaciosa y triste España. |
Ya dende Cádiz llama | Ya dende Cádiz llama |
otra vez huracán, a la venganza | llama el injuriado Conde, a la venganza |
atento, y no a la fama, | atento, y no a la fama, |
la bárbara pujanza | la bárbara pujanza |
en quien para tu daño no hay tardanza. | en quien para tu daño no hay tardanza. |
Oye, que al cielo toca | Oye, que al cielo toca |
con temeroso son la trompa fiera, | con temeroso son la trompa fiera, |
y al chubasco convoca | que en África convoca |
la bermeja bandera | el moro a la bandera |
que al aire desplegada va ligera. | que al aire desplegada va ligera. |
El rayo ya blandea | La lanza ya blandea |
el nublado cruel, y hiere el viento | el árabe crüel, y hiere el viento |
llamando a la tarea, | llamando a la pelea; |
innumerable cuento | innumerable cuento |
de celeste petróleo veo atento. | de escuadras juntas veo en un momento. |
Ya cubre el barro el suelo, | Cubre la gente el suelo, |
debajo la humedad desaparece | debajo de las velas desparece |
la vid, la voz al cielo | la mar; la voz al cielo |
confusa y varia crece, | confusa y varia crece; |
azufre roba el día y le oscurece. | el polvo roba el día y le oscurece. |
¡Ay que ya presurosos | ¡Ay!, que ya presurosos |
huyen los calamares; ay! Que tienden | suben las largas naves; ¡Ay!, que tienden |
los brazos vigorosos | los brazos vigorosos |
a los remos, y encienden | a los remos, y encienden |
los baños espumosos por do hienden. | las mares espumosas por do hienden. |
El Eolo deshecho | El Éolo derecho |
hinché la vela en popa y franca entrada | hinche la vela en popa, y larga entrada |
por el Hercúleo estrecho | por el Hercúleo Estrecho |
ofrece esta vegada | con la punta acerada |
Justicia, no Neptuno a la alta Armada. | el gran padre Neptuno da a la armada. |
¡Ay triste! ¿Y aun te tiene | ¡Ay triste! ¿Y aun te tiene |
el placer en regazo? ¿ni avisado | el mal dulce regazo? ¿Ni llamado |
al mal que sobreviene | al mal que sobreviene |
no acorres? ¿ocupado | no acorres? ¿ocupado |
no ves que sobre ti ruge el nublado? | no ves ya el puerto a Hércules sagrado? |
Despierta, chico, vuela, | Acude, acorre, vuela, |
traspasa el alta sierra, ocupa el llano, | traspasa la alta sierra, ocupa el llano; |
no descuides la umbrela, | no perdones la espuela, |
no entretengas la mano, | no des paz a la mano, |
escapa como puedas del milano. | menea fulminando el hierro insano.» |
¡Ay cuanto de fatiga, | ¡Ay cuánto de fatiga, |
ay cuanto de sudor está presente | ay, cuánto de sudor está presente |
al que comiendo miga | al que viste loriga, |
se encuentra de repente, | al infante valiente, |
que un mendrugo le deja sin un diente. | a hombres y a caballos juntamente! |
Y tú, Pisuerga, | Y tú, Betis divino, |
en vino te verás por ribero al fin mezclado, | de sangre ajena y tuya amancillado, |
darás al mar vecino, | darás al mar vecino |
¡cuánto trasto quebrado! | ¡cuánto yelmo quebrado! |
¡cuánto cuero de zorro destrozado! | ¡cuánto cuerpo de nobles destrozado! |
Parte, pues, chico, parte, | El furibundo Martes |
cinco rachas las nubes desordena | cinco luces las haces desordena, |
y puedes aun salvarte; | igual a cada parte; |
la sexta, ay! te condena | la sexta, ¡ay!, te condena, |
a dejar tu paraguas sin ballena”. | ¡oh, cara patria!, a bárbara condena” |
La tercera profecía es un poema de Alberto Casañal Shakery (1874-1943) de 1930. Inspiró además un dibujo de Félix Gazo (1889-1933). En esta profecía el Ebro aparece como un devoto que hace promesas y confidencias varias a la virgen del Pilar con motivo de las fiestas de la ciudad.
Unos meses antes, una gran inundación había causado desolación. La construcción de pantanos en las cabeceras capaces de frenar esas inundaciones no era más que una idea difícilmente realizable por la escasez de recursos. A falta de soluciones más eficaces quedaba la salida de invocar a la naturaleza para que respetara las construcciones humanas.
No he conseguido encontrar más que un fragmento:
“Nunca más de mi lecho altivo saltaré. Ni en mi carrera, en torrentes deshecho, mi pródiga ribera arrasare cual vengativa fiera”.
Para la cuarta profecía hay que ir hasta el año 1954. En El Noticiero, periódico zaragozano, se publica un artículo de Miguel Allué Salvador (1885-1962), doctor en derecho y en historia, alcalde de Zaragoza que fue en los años 20. Su título era precisamente “La profecía del Ebro”. Su entradilla decía simplemente: “Terrible desilusión sería ver a Tortosa, aislada para ‘in aeternum’ de las fuentes de Reinosa”.
Se publica en el momento en que se diseña la gran transformación del Ebro, con nuevas presas, canales y regadíos. Un papel central lo tiene el tramo entre Caspe y Mequinenza, donde el Ebro atraviesa los desérticos Monegros. Se contemplaban entonces dos proyectos diferentes.
El primero, que es el que se acabaría adoptando, planteaba construir un único y gran embalse. Dice Allué que este proyecto del “pantano gigante de Mequinenza inutiliza 6.500 hectáreas de tierra caspolina, arroja de sus hogares a 3.000 familias de labradores de aquella comarca y, lo que es más grave, hace imposible para siempre la ilusión de tantas generaciones de aragoneses la navegación del Ebro”. La otra alternativa no descartaba esa posible navegación, pues se basaba en la construcción de cuatro presas menores.
Aunque los tiempos políticos no eran muy propicios, no dejó de haber un cierto debate público, como lo muestra este artículo de Allué, que propone un aprovechamiento integral del río, que lo considere también como vía de comunicación, y no solo para abastecer los regadíos y la energía eléctrica. Así, escribe:
“Recordando el gesto poético de fray Luis de León en su Profecía del Tajo, bien pudiéramos nosotros forjar, en estos momentos decisivos, nuestra Profecía del Ebro personificado:
‘Antes de poner manos a la obre, pensad en la gran responsabilidad que significa estrangular esta gran arteria, de un a otro mar, que yo soy en el cuerpo de la Patria’”.
¿Es buen profeta el Ebro? Las primeras profecías, las del Tiber y Tajo, son las mejores. No es que sus autores, Ovidio y Fray Luis de León tuvieran especiales dotes adivinatorias, pues se trata de “profecías” de hechos ya pasados cuando las escribieron, lo que no tiene especial mérito.
Las del Ebro son más variadas. No logro entender porqué sus creadores las llaman “profecías”, pues se trata de deseos (1ª y 4ª) y de promesas imposibles de cumplir (3ª). Me quedo con la segunda, la más realista, pues al fin y al cabo se limita a predecir que, si no tienes cuidado con tu “umbrela” un fuerte vendaval hará cisco las varillas del paraguas, varillas que otrora se fabricaban con barbas de ballena. No es gran cosa para prepararse para el futuro, pero al menos resulta práctico.
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