Día 32: Logroño-La Puebla de Labarca. Un puente de gigantesco peaje

Hoy he pasado junto a los ruinas del puente que llaman de Mantible. Está a un paso de Logroño, a unos 9 kilómetros aguas arriba del antiguo puente de piedra de esta ciudad.

Los puentes son construcciones eminentemente prácticas. También son costosos de levantar y mantener. Volveremos sobre ello, pero centrémonos ahora en su función.

Sobre todo sirven para pasar (y también para impedir el paso) a la orilla opuesta. Cuando son destruidos, por las crecidas o las guerras, los pueblos que los utilizan se apresuran en cuanto tienen medios a reconstruirlos. Si, por alguna razón, bien porque no tienen el capital o el conocimiento para hacerlo, bien porque han dejado de ser útiles, el río los destruye poco a poco.

Pero en esa fase de destrucción, como la que vive éste de Mantible, los puentes se convierten en el camino de los mitos y leyendas. Nada como unos arcos sin continuidad o unos pilares en ruinas, como para dejar llevar la imaginación. No hace falta siquiera vivir en la época de Byron o Espronceda para reconstruirlos sustituyendo los sillares que les faltan con personajes y aventuras.

Eso le pasó a nuestro puente de Mantible.

¿Mantible? No es topónimo de por aquí. Ni ibero, ni vasco; ni latino o árabe. Es palabra de la lengua de los caballeros andantes. El propio Quijote conocía bien este nombre y la leyenda que arrastraba.

Un puente de Mantible aparece en el libro de Fierabras («Le roman de Fierabras le Géant«) en 1497. Rebelde y travieso, compañero de Roland, cuenta – cual Asterix medieval – con una poción mágica capaz de curar todas las dolencias. Don Quijote presume ante Sancho de que él conoce la receta secreta de ese “bálsamo de Fierabras”.

Roland, Fierabras, y otros paladines del mundo carolingio se ven obligados a atravesar el puente de Mantible. La leyenda se repite en otros libros. Yo he escogido uno tardío, una comedia escrita cuando ya habían pasado de moda y sólo recibían estocadas quijotescas. Pero ya es hora de ver su descripción en…

LA LECTURA DEL DÍA

El puente de Mantible (1630), comedia caballeresca de Calderón de la Barca (1600-1681)

 

 

 

 

 

 

En esta obra teatral los personajes regresan de sus aventuras a su patria y se encuentran ante el puente de Mantible. Roldán se lo describe a Guarín, el gracioso de la comedia:

“ves esta fabrica altiva

Guarin, toda de madera

en cuyo ceño la esfera

del sol descansa, y estriva

que ni el peso la derriva,

ni el tiempo le hace posible.

Ves este monstruo terrible,

que del agua nace. Ves

ese prodigio, esa es

la gran puente de Mantible,

el edificio eminente

que no sin fatiga suma

sustenta sobre la espuma

esa lóbrega corriente,

es Guarín, la excelsa puente,

y este piélago que veo

correr, tarde, triste, y feo

es, si el ser de cristal pierde,

el río del agua verde

desatado del Leteo.

Pues este campo profundo,

que en montes Cerúleos hace,

con el del Infierno nace,

y dando una vuelta al mundo

fatal, lóbrego, y inmundo,

en el mar de Africa muere.”

el gigante exigiendo su impuesto

Para los caballeros legendarios este puente tenía treinta arcos de mármol branco cruzaba un río que venía del infierno y que era necesario atravesar para ir y volver de África.

En él vivía un gigante que cobraba un extraño peaje… Se llamaba Galafre y según cuenta la leyenda exigía a los cristianos que querían pasar treinta pares de lebreles, cien vírgenes, cien halcones amaestrados y cien caballos bien enjaezados.  No aceptaba VISA.

¿Serán los montes “Cerúleos” estos de la sierra de Cantabria que aquí se asoma? ¿Será este río Ebro el mitológico Leteo del agua verde, uno de los del Averno? ¿Será todo marketing turístico?

No he encontrado ninguna referencia medianamente antigua de que se denominara así a este puente. El Madoz, a mediados del siglo XIX habla de él como de “un puente a medio demoler” cerca de la ermita de Nuestra Señora de Assa. Ni rastro de cuándo se bautizó así, aunque tiene pintas de ser de ese periodo del romanticismo tardío que se recreaba en viejas leyendas para dar forma a las nuevas naciones. Si los orgullosos vascos habían derrotado a Roldán y este había pasado por Mantible, no era descabellado pensar que pudiera estar cerca, aunque eso les ponía cerca del Averno.

Pero ese afán de marketing, si no con ese nombre, y sin expectativas turísticas, ya había otorgado ese nombre de Puente Mantible a otras ruinas. Estas son más impresionantes, de un viejo puente romano situado en en Alconetar (Cáceres), sobre el Tajo, cerca de Portugal y con un cauce bastante más ancho que el del Ebro a estas alturas.

Es verdad que viniendo de centro Europa suele ser preciso atravesar el Ebro y el Tajo para llegar a Africa. Pero creo que ningún escritor de la época hubiera imaginado el impresionante puente de Mantible en estos paisajes apacibles con ríos relativamente mansos.

Y aún hay más puentes mantibles. Así se llama el acueducto que para el abastecimiento de agua de Santiago de Compostela dicen que construyó el arzobispo Gelmírez hace casi mil años. No parece probable que a un arzobispo se le ocurriera bautizarlo así.

Pero aun queda algo de misterio. Parece claro que este puente quedo abandonado hace mucho. Algunos dicen que cayó ya en desuso hacia el siglo XVI, por la proximidad del de Logroño. Lo que no parece muy lógico es que ambos coexistieran: ¿duplicar el coste? ¿crear competencia entre peajes?

Hay una oportunidad de que ocurriera esa coexistencia si las fronteras entre reinos impidieran el paso y con los ingresos por los pontajes del comercio se pudieran permitir construir uno nuevo próximo al otro. El puente de Mantible coincide muy bien con el camino de Estella y Viana a Nájera. Pero Nájera y Logroño parecen haber pertenecido siempre a una mismo reino, ya fuera el de Nájera, el de Nájera-Pamplona o el de Castilla, por lo que no había motivos para duplicarlo.

Otra razón extraña existe en torno a este puente, que quizás explica que fuera abandonado. En aquella época en que eran tan costosos y en los que se cobraban peajes (pontajes), tanto para pasar por el camino como por el río, es rarísimo que se construyera en sitios despoblados. Los puentes eran generados por las ciudades ribereñas o, en algunos casos, las generaban. Tener una población inmediata, generalmente unida con murallas hasta el mismo puente, era una garantía de defensa y multiplicaba las oportunidades del comercio. ¿A quién se le iba a ocurrir construir un puente alejado de una población?

Bueno, han pasado los siglos y estamos bastante acostumbrados a decisiones sobre grandes obras públicas tomadas sin mucha cabeza. Aunque en aquellos tiempos se miraba con más cuidado el dinero para ellas, no es improbable que este fuera el caso de esos puentes “solteros”. Conozco un par de casos, abandonados y destruidos.  Parece como si la simbiosis ciudad-puente fuera imprescindible, al menos hasta épocas recientes.

En casi todas partes se presenta a este puente como de construcción romana. Por su traza algunos piensan que es medieval. Me parece que hay una buena razón para descartarlo. ¿Para qué iban a hacer los romanos un puente aún más alejado de su ciudad Varea, que tenía una cierta importancia? Creo que los ingenieros y políticos romanos solian ser más sensatos que los que vinieron después.

¿Había alguna población en alguna de las márgenes de este puente de Mantible? Lo desconozco, pero mientras sea un misterio podemos seguir imaginando que en ella vivía un gigante que cobraba amenazante los derechos de paso….

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