Día 41: De Población de Valdivielso a Manzanedillo. Ebradas y Ebreños.
Hoy, día de mucho calor, no se me ocurre nada refescante que contar. Tampoco tengo las neuronas como para investigar alguno de los posibles temas históricos que podrían haberme inspirado, como el inicio de los cañones del Ebro, el monasterio de Rioseco (¡llamar así a un monasterio que está a orillas del Ebro!), o los eremitorios excavados en la piedra que tanto abundan por aqui. Me conformo con incluir sendas fotos como simple ilustración.
Voy a aprovechar para tratar de un tema menor que me viene rondando la cabeza desde el principio: cómo llamar a las cosas relacionadas con el Ebro.
En nuestra lengua no hay gentilicios para los ríos. Parece lógico, pues en los ríos no vive la gente. Al menos no en la Europa actual. Pocos pueblos han hecho de los cauces fluviales su hogar y ya no queda ninguno por acá, salvo los que habitan lanchas y barcazas en algunos viejos canales y ríos europeos.
Quizás no sea necesario disponer de esos adjetivos, ya que nos hemos acostumbrado a vivir sin ellos.
Pero los gentilicios no sirven solo para designar el origen geográfico de las personas. Los utilizamos para multitud de conceptos que pueden tener alguna relación con un lugar concreto. Puede haber una cultura, una gastronomía o un clima riojano o aragonés. ¿Qué palabra emplear cuando queremos referirnos a algo relacionado con el Ebro, y en general con cualquier río?
Quizás la poca necesidad de contar con gentilicios por la inexistencia de habitantes fluviales haya hecho que los nombres de los ríos sean poco creativos a la hora de adjetivar.
¿Cuál es el adjetivo que designa la relación con el Tajo, el Duero o el Miño? El Ebro parece ser la excepción, pues contamos con «ibérico». Pero eso es engañoso. Iberia, con su península, macizo y sistema montañoso, son espacios habitados. De ahí viene el adjetivo. Pero no es adaptable al río: ¿alguien entiende eso de «riberas ibéricas»? ¿realmente los «paisajes ibéricos» son los fluviales?
Tampoco la literatura ha sido muy exigente con este aspecto del lenguaje, ya que ha ignorado abundantemente al río. Pero a analizar eso me dedicaré otro día.
El tramo catalán, más habitado, trabajado y rico, ha acabado demandado la creación de un adjetivo. No es una demanda antigua, ya que el adjetivo surgido ha sido creado recientemente por los escritores que han tratado del Ebro: «ebrenc». Incluso ha sido aceptado oficialmente, haciendo su entrada en el Diccionari general del Institut d’Estudis Catalans en 2017. Pero esto no cambia el panorama: en Cataluña con el nombre de Ebro se designa no solo al río sino también una determinada comarca. La necesidad de disponer de un gentilicio es mayor y ha cuajado más fácilmente.
Sin embargo, con su inclusión en el diccionario se ha utilizado para matar dos pájaros de un tiro. Ebrenc, ebrenca tiene una doble definición: “1) Relatiu o pertanyent a l’Ebre o als indrets propers al seu riu. 2) Natural del territori que comprèn els municipis del sud de Catalunya i els del sud de la Franja, les aigües de la qual també són tributaries del riu Ebre”. Pero la visión nacionalista hace un encaje de bolillos, pues pueden en catalán denominarse ebrencs los habitantes de una comarca bañada por el río, solo si en ella se habla predominantemente esa lengua: un mequinenzano o mequinensà puede serlo pero no un caspolino.
Este adjetivo catalán se ha formado con gran naturalidad porque ya hay un precedente limítrofe que se baña en las mismas aguas: riberenc.
De aquí en adelante voy a seguir este ejemplo. Voy a aprovechar el mismo paralelismo. Si en español lo relativo a las riberas se adjetiva como «ribereño» o a las islas «isleño», no parece muy presuntuoso empezar a utilizar «ebreño» para cubrir el adjetivo faltante. No sé si «duereño», «tajeño» o «tormeseño» tendrán mucho éxito. El resultado parece aún menos convincente para otros nombres (¡Guadalquivir! ¡Nalón!), pero tampoco tengo muchas intenciones de repetir mi ruta ebreña por esas otras corrientes…
El Ebro sí ha generado un sustantivo curioso, al menos en su tramo central: ebrada. El diccionario de riojanismos de Aurora Martínez Ezquerro la incluye como expresión popular de un gran desbordamiento del río.
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