Día 9*: De Almatret a Mequinenza. La otra historia de la batalla del Ebro

Cerca de este tramo del Ebro también se vivieron fuertes combates de 1938. Pero en esta ocasión quiero contar otra historia diferente sobre la batalla, y sobre la guerra en general.

Lo vamos hacer, como casi todos los días, a través de unos fragmentos:

LECTURA DEL DIA:

Desertores: la guerra civil que nadie quiere contar (2005), de Pedro Corral, editorial Debate.

 El capítulo que voy a resumir y del que incluyo algunos fragmentos es el titulado «Historia de las deserciones de Juan Pujol García, el espía que engañó a Hitler«.

Pero estas líneas van a estar mejor dedicadas a uno de sus compañeros de fuga.

Como dice el título, Juan Pujol acabó siendo un agente doble que acabó jugando un importante papel a favor de los aliados en las maniobras de distracción del desembarco de Normandía.

En el momento de la batalla del Ebro tenía 26 años y estaba destinado como telefonista en el 13 brigada mixta del “Ejército Popular”, desplegada en la zona de Ascó. Al iniciarse la guerra se negó presentarse a filas porque “me repugnaba tomar partido en una lucha fratricida, no deseaba participar en un enfrentamiento desencadenado por unas pasiones y un odio tan alejados de mis propios ideales”. Fue detenido y tras ser liberado pasó un año escondido en Barcelona.

Ante el gran número de prófugos, huidos, desertores y escondidos el gobierno Negrín, falto de carne de cañón para la batalla que con gran sangría se desarrollaba en el Ebro, anunció el 16 de agosto una amnistía para quienes se presentaran. Lo hicieron varios miles. Viendo esta oportunidad Pujol, como otros muchos se presentó, justo en vísperas de que finalizara el plazo dado. Fue de inmediato enviado a primera línea del frente junto con otros muchos prisioneros de guerra para recomponer la XIII brigada mixta (antigua brigada internacional) que para esas alturas del combate había quedado muy dañada.

De estos nuevos reclutas a la fuerza tres se las apañaron para desertar juntos solo cinco días después de llegar al frente, justo el tiempo de conocer el entorno y organizarse. Como narra el libro de Pedro Corral:

“los tres compañeros debieron de planear con antelación el Día D de su fuga en el Ebro. (…) El parte ordinario de la unidad, firmado por el comisario, proporciona más información sobre la deserción de Juan Pujol.

‘Esta mañana ha sido encontrada una carta del evadido Juan Pujol en la chavola que ocupaba, dirigida a una amiga suya y metida en un doble sobre. En el sobre de fuera dice lo siguiente: ‘Amigo José. Me harás el favor de tirar esta carta al correo dentro de dos días”. (…) Dentro del segundo sobre iban quince pesetas. (…)

Es posible que la destinataria del segundo sobre y de las quince pesetas fuera su madre, aunque Pujol aludía a ella como una amiga, para evitarla problemas. Y es que el mismo día de su evasión, el comisario de su batallón les había hablado de las deserciones y les había recordado que ‘serán castigados los familiares de los que lo hagan y se pueda comprobar que son los instigadores de la deserción’ (…)

Las posiciones de la XIII Brigada quedaban enfrentadas por el oeste a las líneas de la 50 División franquista. A sus espaldas corría el río Ebro y al norte el Matarraña. Sabemos que la noche de su deserción Juan Pujol logró alcanzar las líneas franquistas, a pesar de que en un instante de desorientación volvió hacia las republicanas, desde donde fue tiroteado. Según sus propios recuerdos, después tuvo que aguantar la respiración, escondido entre unos arbustos, ante la proximidad de las patrullas que estuvieron buscándolos, extremo confirmado por el parte de deserción. Por fin, opto por quitarse las botas (…) . Al cabo del tiempo llegó descalzo hasta las posiciones franquistas donde le dieron ropa y comida.

A los tres días de llegar a las filas franquistas, le enviaron preso al campo de concentración de Deusto, del que logró salir gracias al aval de un sacerdote al que su madre había ocultado en su casa de Barcelona. Al poco le llegó la citación para presentarse en un centro de reclutamiento de Burgos. (…)

‘Mi padre me contó siempre que sentía con orgullo – me dice su hijo Juan – el no haber disparado un solo tiro a favor de ninguno de los dos bandos. Era un hombre profundamente liberal., que rechazó los totalitarismos de uno y otro signo. La experiencia de la guerra de España le había enseñado que el fascismo era igual de intolerable que el comunismo. Esto es lo que define el papel de mi padre ante la Guerra Civil y lo que marcará su papel en la Segunda Guerra Mundial’.”

Bueno me he extendido un poco con la historia de Pujol porque al sobrevivir a la guerra y acabar siendo un personaje de interés fue entrevistado y contó detalles de esta fuga. Pero el objeto mio esta en otro personaje, un de los tres que se fugaron aquella noche. Sigamos con el fragmento:

“Muy distinta fue la suerte de Pedro Pascual Ribas (…). Era un joven de una familia muy humilde, de Sant Sadurní d’Anoia, con doce hermanos, cinco mujeres y siete varones, que habían perdido a sus adres muchos años antes de la guerra. Pedro, que apenas sabía leer y escribir, empezó a trabajar muy pronto como camarero en diversos establecimientos de Barcelona.

A comienzos de 1936, con veintiún años, servía en un local del Paseo de Gracia )…). Además de atender las necesidades de sus hermanos mas pequeños, ahorraba parte del sueldo para pagarse él mismo la exención del servicio militar, como soldado de “cuota”, pero cuando fue llamado a filas no tenia reunido el dinero suficiente.”

La guerra le deparó no pocas sorpresas. Acabó siendo alistado en el ejercito franquista y enviado al frente de Gandesa en la batalla del Ebro. Allí, con el primer empuje republicano de julio cayó prisionero. Enviado a un campo de concentración, a las pocas semanas, junto a otro millar y medio de prisioneros, y junto con miles de desertores y prófugos fue mandado de nuevo al frente a reforzar las brigadas internacionales, muy debilitadas, no solo por las bajas de guerra sino porque también se estaba procediendo a la repatriación de los voluntarios extranjeros.

“Los últimos que vieron con vida a Pedro Pascual Ribas fueron sus compañeros de deserción, Juan Pujol Garcia y Juan Cortina Callart”. Este, aunque afiliado a la UGT, tampoco se había presentado a filas y había permanecido mas de dos años escondido.

Pascual, que venia de luchar en el bando franquista tomó otro camino:

“Mientras Pujol cruzaba la tierra de nadie frente a las posiciones de la XIII Brigada Mixta para alcanzar las lineas franquistas, Pascual debió dirigirse a retaguardia con la intención de abandonar la cabeza de puente del Ebro, cruzar el río para llegar a Barcelona y reencontrarse con sus hermanos después de tres años de separación y silencio.

Pero no pudo lograrlo: Pedro Pascual Ribas desapareció en aguas del Ebro al intentar alcanzar la otra orilla”.

Pocos meses más tarde la Cruz Roja informó de este fallecimiento a su hermana María-. Setenta años más tarde esta recordaba:

“Me dijeron que se había ahogado intentando fugarse. No quise decírselo a mis hermanos para que no sufrieran más. Esta es la cruz que he llevado encima toda mi vida. Todos nos queríamos mucho, estábamos muy unidos, y la guerra sólo nos dejó dolor y sufrimiento. Cinco de los chicos tuvieron que ir al frente, y de ellos volvieron solo tres. Pedro murió intentando desertar en el Ebro y otro hermano, Claudio, murió en el exilio. Los otros tres estuvieron presos después de a guerra en campos de concentración. Fue una tragedia”.

(…) Corral, el autor de este interesante libro hace una reflexión que pone a este joven en el lugar que merece:

“Es posible que Juan Pujol conservase también durante el resto de su vida la memoria de aquel centinela que permitió su deserción, aunque probablemente nunca supo que moriría ahogado en el Ebro pocas horas después de que cada uno eligiera su camino. Aun así, Pedro Pascual Robas pudo representar desde entonces para Pujol el símbolo del hombre que asume el mayor de los riesgos para cambiar su suerte y la de los demás. Esta fue la condición que el propio Pujol encarnaría años después, con todas las consecuencias, para favorecer el destino de los miles de soldados aliados que darían el primer paso de la liberación de Europa en la playas de Normandía”.

EL INHITO DEL DIA:

A una decena de kilómetros, encima de Mequinenza, en el punto en el que la ofensiva republicana alcanzó su extremo más septentrional, se levantó en 1998 un monumento, sito a apenas un kilómetro de la orilla de nuestro río.

El monumentos de los Auts. Al fondo el catillo de Mequinenza

Tiene la particularidad de ser de los pocos levantados en esos años por antiguos combatientes, ya que lo fue por la Agrupación de Supervivientes de la Quinta del Biberón.

(se llama la quinta del Biberón a los reemplazos correspondientes a 1940 y 1941, es decir de los nacidos a principios de los años 20, que fue llamada a filas por el gobierno del frente popular en sus estertores, es decir que entonces los bisoños reclutas tenían menos de 18 años)

En la ultima celebración con presencia de combatientes en 2018 dos de ellos, uno de cada vano, depositaron una corona de flores en homenaje conjunto a sus compañeros caídos.

Este monolito se conoce como “El Monumento de los Auts”, por el nombre del alto en donde está, y tiene otra particularidad no muy extendida: la inscripción en catalán y español que dice:

“A los que perdieron, que fueron «todos»”.

Un amigo le buscó una interpretación retorcida: «quizás si hubieran vencido los otros, hubieran salido ganando todos». En su perdón hay que decir que mi amigo no había vivido de cerca ninguna guerra.

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